Hace unos días se viralizó la carta de un director a los padres de sus alumnos: "Si su hijo o hija saca buenas notas, ¡genial! Pero si no lo hace... por favor, no le quite la dignidad ni la confianza en sí mismo", decía. Si bien a priori sorprende leer palabras tan reconfortantes por parte de un director de instituto, la misiva tiene algunos matices cuestionables que hace falta analizar para poder extraer de ella la parte positiva. 
Los colegios están llenos de talento, y más aún ahora que la información está en mano de todos. Los jóvenes hacen cosas magníficas y las aprenden, más o menos, en lo que dura un TikTok. Pero, por ahora, no podemos cambiar la realidad con solo deslizar una pantalla hacia arriba: estamos engañando a los niños y a los adolescentes cuando les llenamos la cabeza de "sueños + motivación = éxito". Es cierto que estos elementos son importantes, sin embargo, en esa ecuación estamos olvidando lo más esencial: el esfuerzo. 
Imagina que llega un sobre a tu buzón en el que pone que debes asistir a una mesa electoral, a un juicio como testigo, o a una cita con Hacienda, y contestas: "No quiero, hoy no estoy motivado para realizar esa tarea". ¿Qué sucedería? Todos tenemos que hacer, en nuestro día a día, cosas que no nos gustan; pero las hacemos de todas formas porque vivir en sociedad implica cumplir una serie de obligaciones que quedan bien lejos del umbral de motivación de la mayoría de personas. Decirle a un estudiante "¡Es solo un examen!" es mentirle y condenarlo al conformismo. Porque bien sabemos que, sobre todo en la secundaria y en bachiller, si no se aprueba, no se pasa de curso. En este sistema, si no tienes una nota competitiva, no accedes a la carrera que deseas. Y es triste, pero es lo que hay. 
Asimismo, menospreciar campos del conocimiento es algo muy peligroso: el saber no pesa ni ocupa lugar, jamás. "Hay un artista que no necesita entender matemáticas; hay un emprendedor al que no le importa la historia o la literatura española". Y yo, en esa frase, solo veo a un artista necio y a un emprendedor ignorante. Me niego totalmente a aceptar que debemos ser expertos en algo y olvidarnos de lo demás. La información es valiosa y nos hace poderosos: Leonardo Da Vinci fue artista y matemático y arquitecto y filósofo y poeta. Queremos a un hijo Leonardo pero lo educamos al estilo Rafa Mora. ¿Cuál es, entonces, el modelo de éxito que queremos mostrar a las futuras generaciones? 
Por otro lado, es positivo dar a entender a los padres que no deben verter sus frustraciones en la educación de sus hijos. Es importante que los niños aprendan a tolerar el fracaso, porque no todo sale como esperamos - incluso a veces, a pesar del esfuerzo, no lo conseguimos -. De hecho, una de las causas de abandono escolar surge por la incapacidad del alumno para cumplir las expectativas que sus padres depositan en él. Mejor, "dígale que lo ama y que no lo juzgará", porque todos somos conscientes de cuando fallamos y suficiente tenemos con nuestro propio juicio, como para soportar el juicio de los demás - que, además, suele ser menos benévolo -. 
Las escuelas e institutos no son un mundo aparte. Pertenecen a la misma realidad cruel, fría, competitiva y exigente en la que los adultos vivimos. Por eso, es esencial que preparemos a esas pequeñas personas para desenvolverse en ella. 
Dejémonos de eufemismos y hablemos a los niños de forma transparente, porque si no, tarde o temprano, empezarán a entenderlo todo y pasarán dos cosas: ellos serán unos fracasados y nosotros, unos mentirosos.
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