A finales de 2020, se anunció oficialmente el reboot de la serie que marcó de por vida el corazón de las jóvenes de principios de siglo. Sexo en Nueva York, producida entonces y ahora por la plataforma de streaming HBO, se estrenó en 1998 como una serie protagonizada por cuatro treintañeras - a excepción de Samantha Jones, la mayor de ellas - que vivían su sexualidad libremente. Todas tenían un trabajo de éxito, eran independientes y buscaban el amor entre noches de pasión. 

Toda esta revolución sexual en pantalla supuso una inspiración para su audiencia, mayoritariamente femenina. Por este motivo, se considera una de las series más importantes de la historia de la televisión. Carrie, Miranda, Charlotte y, sobre todo, Samantha consiguieron romper el tabú del placer femenino y animar a todas a explorar sus deseos sin prejuicios. 

En 2004, con el reencuentro entre Big y Carrie en el Pont des Arts de París, la serie se terminó y dejó a millones de fans nostálgicas de esos veinte minutos diarios de carcajadas. Debido al gran éxito del formato, las actrices (todas, menos Kim Catrall, quien interpretaba a Samantha) se han reunido para dar vida de nuevo a esos personajes que cambiaron la realidad de muchas mujeres. 

Han vuelto para seguir haciéndolo, aunque de una forma distinta. En este siglo, el sexo y el placer femenino no son tabús que se puedan romper. Al fin y al cabo, ¿qué chica no tiene hoy en día un satisfyer en el primer cajón de su mesilla? En cambio, HBO ha decidido introducir otras temáticas sociales a la trama que han dado mucho de qué hablar: redes sociales, movimiento #MeToo, inclusión, etc. 

Muchas personas se preguntan si tiene sentido un reboot de una serie que terminó de la mejor manera hace veinte años. Y sí lo tiene en tanto que todavía queda mucho por hacer en la lucha feminista, LGBTIQ+ y contra el racismo. Si bien es cierto que en esta nueva versión las escenas de sexo son escasas o nulas - para lo que era en aquella época -, la esencia de reivindicación sigue estando ahí y lo vemos en cada una de las protagonistas: conflictos internos por entender las distintas identidades de género, dilemas femeninos durante la viudedad y descubrimiento “tardío” de la propia orientación sexual. 

La serie sigue siendo la misma, pero esta vez con matices más complejos, también propios de la edad de las protagonistas. Ya no solo están interesadas en conocer a un hombre distinto cada día, sino en lidiar con los cambios y transformaciones sociales de esta época a la que ahora pertenecen. 

Como explica Mariola Cubells en su libro ¿Y tú qué miras?, hubo un año en que se redujo la natalidad en barrios desfavorecidos de Brasil porque las mujeres veían telenovelas en las que las protagonistas tenían pocos hijos. Esto ayudó a que afrontaran un futuro mejor. Lo que convierte en cierta la hipótesis de que las series y contenidos que consumimos en televisión tienen el poder para influenciar nuestras vidas, tanto negativa como positivamente. 

Por esta misma regla de tres, si Carrie, Miranda, Charlotte y Samantha fueron capaces de poner en pantalla la libertad sexual femenina y normalizarla en 1998, tal vez sí sea buena idea darles la oportunidad de volver a hacerlo con los dilemas del presente. Hay series que trascienden, y después está Sexo en Nueva York. 


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